En la historia de la arquitectura, las cuestiones de eficiencia energética y emisiones de CO2 eran consideradas marginales hasta finales del siglo XX. La puntuación ínfima de algunos icónicos edificios modernistas en el programa de certificación energética Energy Star ilustra esta situación. El edificio MetLife/PanAm de 1963 (Walter Gropius y Pietro Belluschi), obtuvo una puntuación sombría de 39 (en una escala de 0 a 100), la Lever House (Skidmore, Owings e Merrill, 1952), obtuvo 20. El peor desempeño de todos fue del icónico edificio Seagram de Mies Van der Rohe, construido en 1958, con solo 3 puntos. Por otro lado, dos venerados edificios de la década de 1930 considerados Art Déco, el Chrysler Building y el Empire State Building, alcanzaron 84 y 80 puntos como resultado de amplias actualizaciones de sus sistemas mecánicos y de aislamiento.
En la era de cambios climáticos y agotamiento de recursos naturales, hacer que los edificios existentes sean más sostenibles y eficientes en términos de energía no solo es posible, sino necesario, ya sean edificaciones modernas, tradicionales o vernáculas. Para ello, el término 'retrofit' ha sido ampliamente utilizado, refiriéndose a un conjunto de mejoras en un edificio existente para garantizar que sea responsivo, resiliente y bien adaptado a los cambios climáticos.
Los proyectos de retrofit exitosos tienen en cuenta el contexto, la historia y sus ocupantes. Las soluciones holísticas y equilibradas ahorran energía, manteniendo un ambiente interno cómodo y saludable. En el caso de los edificios modernistas, también surgen desafíos específicos, principalmente relacionados con la conservación de la identidad arquitectónica del edificio, una complejidad aún más potenciada por la escasez de orientaciones generales en términos de políticas públicas o literatura especializada.
Como ejemplo, se puede observar que una de las características más destacadas de la arquitectura modernista, a menudo se percibe como un gran obstáculo desde el punto de vista de la eficiencia energética: los grandes planos de vidrio. Los arquitectos de la época buscaron incorporar la mayor cantidad de vidrio posible en sus edificios para traer luz natural. Además, debido a la planta libre, intentaron desmaterializar las paredes externas, haciéndolas lo más delgadas posible. Sin embargo, estas características no proporcionan protección térmica suficiente y causan un gran desperdicio de energía.
Frente a este paradigma, algunos estudios se han centrado en establecer pautas para que las arquitecturas modernistas puedan adaptarse al contexto actual, afirmando que una reducción de más del 55% en las emisiones de CO2 es posible mediante la modernización de los envolventes de los edificios y la introducción de tecnologías disponibles y comprobadas: recuperación energética (en edificios con estatus de monumento histórico, esto no es aconsejable), inclusión de fuentes de energía renovables (por ejemplo, bombas de calor que extraen calor del suelo) y energía fotovoltaica.
Esta misma investigación también informa que los costos previstos de este proyecto de modernización por m2 para edificios históricos de 3 pisos estarían alrededor de 300 euros o en edificios de 11 pisos, 120-150 euros/m2, considerando la realidad de Polonia, país donde se llevó a cabo el estudio. La investigación también afirma que los costos previstos de este proyecto de modernización por habitante, dependiendo del edificio, son de aproximadamente 4.000 a 6.000 euros. Es decir, un porcentaje significativo de los habitantes probablemente no podría cubrir esos costos, y las reformas deberían ser subsidiadas. Entre estas iniciativas de subsidio se encuentra el programa "Renovation Wave" de la UE, lanzado en 2020, que indica que solo el 1% de los edificios antiguos se renuevan anualmente y que la tasa de renovación debe aumentarse al 4% anual.
Independientemente de las soluciones encontradas, es importante destacar que muchos daños pueden causarse a una propiedad histórica en nombre de la actualización energética si no comienza con un pensamiento cuidadoso sobre la forma, los materiales y otras cualidades de la arquitectura. En este sentido, el objetivo debe ser permitir que los edificios tengan el mejor rendimiento posible, en lugar de imponerles estándares del siglo XXI.
Chandler McCoy, director de la Conserving Modern Architecture Initiative, afirma que trabajar en mejoras de energía para edificios del movimiento moderno significa comenzar evaluando el consumo general de energía del edificio y buscar formas de mejorarlo holísticamente. Tal vez las ventanas de vidrio simples sean absolutamente esenciales para la identidad histórica del edificio. Si ese es el caso, se mantendría el vidrio simple y el enfoque se centraría en otras áreas donde se pueden hacer mejoras. Este es un proceso que requiere comprender el edificio y ser creativo para encontrar soluciones. Cumplir solo con los estándares de construcción no tiene en cuenta cuestiones como la importancia o el carácter arquitectónico.
Un ejemplo exitoso es la renovación de un complejo de tres bloques modernistas de quince pisos en el barrio Grand Parc en Burdeos. Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, ganadores del premio Pritzker, son los responsables de la reforma. Bajo el lema de los arquitectos, "nunca demoler, nunca quitar o reemplazar, siempre agregar, transformar y reutilizar", el proyecto se desarrolló en un cuidadoso proceso de restauración y revalorización de las principales características del proyecto original. El rendimiento energético del edificio en su conjunto también se mejoró, principalmente mediante la adición de balcones y un nuevo sistema de aislamiento térmico de fachada.
En una era en la que los cinco fundamentos de Le Corbusier se vuelven aún más relevantes cuando se integran en una arquitectura sostenible y ambientalmente responsable, transformar los edificios modernistas significa mantenerlos activos y coherentes con el entorno, eliminando, sobre todo, los pretextos para su demolición.
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